Durante los últimos meses la inflación ha vuelto a las noticias y a nuestra vida diaria.
Durante la última década, las subidas de precios parecían controladas gracias a los Bancos Centrales y a la propia evolución de la economía, con China haciendo de factoría del mundo y exportando bajadas de precios en sus productos. El mundo parecía que había llegado a una situación estable de crecimiento económico con una inflación moderada, quitando casos muy específicos como Venezuela por ejemplo.
Consecuencias de la pandemia
La pandemia trajo, entre otras consecuencias, un desajuste importante entre las necesidades de los consumidores y la capacidad de producción de la economía mundial.
La rápida acción de los Bancos Centrales y de los Gobiernos permitieron que una gran parte de la población dispusiera de mayor dinero que incluso antes de la aparición del virus, pues se mantuvieron los ingresos y se redujeron los gastos.
Primero vimos problemas en el transporte de mercancías, principalmente en el sector marítimo, que es básico para el comercio mundial. Luego fueron los semiconductores los que mostraron problemas de suministro afectando a la producción de coches y otros productos. La energía, tanto el gas como el petróleo, también está experimentando subidas de precios que a su vez se trasladan a otros productos y servicios.
Afecta a nuestra capacidad de compra
El principal problema del fuerte incremento de la inflación es que afecta a nuestra capacidad de compra como consumidores. Si los salarios no pueden subir para poder compensar la inflación, y no suelen hacerlo en el corto plazo, el volumen de productos y servicios que podemos comprar se reduce. Este efecto se multiplica cuando hablamos de nuestros ahorros.
El ahorro puede tener varios objetivos. Uno de los principales es poder mantener un nivel de vida similar al que disfrutamos ahora cuando nuestros ingresos disminuyan, bien sea porque nos jubilamos o porque nuestras condiciones laborales cambian.
Por tanto, es fundamental que el volumen de los productos y servicios que compramos todos los meses pueda ser similar en el futuro al que tenemos en el presente, utilizando esos ahorros.
Ahorros en la cuenta corriente: cero rentabilidad
Si los ahorros se mantienen en la cuenta corriente del banco y dan un 0% de rentabilidad (o incluso negativa si incluimos gastos) y los precios de los bienes y servicios suben un 5% anualmente, como estamos viendo este año, es imposible que podamos cumplir ese objetivo.
Por tanto, si queremos cumplir ese objetivo, es necesario pasar de ser ahorrador o simple acumulador de dinero a ser inversor.
Porque debemos poner a trabajar esos ahorros, teniendo en cuenta el nivel de riesgo que podemos soportar, pero también pensando en el medio y en el largo plazo.
Una posible opción es la inversión en fondos de inversión, que tengan una cartera de inversiones diversificada tanto a nivel sectorial como geográfico. Al fin y al cabo, las compañías que conforman la cartera se beneficiarán de esas subidas de precios a través del incremento de sus ingresos, aunque sea en una parte porque también subirán los gastos.
Javier Chamorro