La magia del interés compuesto: reinvertir los beneficios para obtener el máximo ahorro
Un ejemplo práctico: a pesar de las campañas de marketing para frenar el consumo de tabaco, los jóvenes españoles siguen fumando. Destinan en torno a 150€ al mes en la compra de tabaco. ¿Cuánto podrían conseguir si ahorrasen 150€ al mes, y ese dinero lo invirtieran a través de una cartera de fondos o en un fondo de inversión, como GFED Aequitas?
Al margen de los beneficios obvios, imaginemos que un joven al dejar de fumar invierte el dinero que todos los meses se gastaba, 150€ al mes o 1.800€ al año, desde los 20 a los 65 años en una cartera de fondos diversificada.
Solo ahorrar esa cantidad, aunque no obtuviera ninguna rentabilidad (0%), le permitiría disponer en su jubilación de una cantidad de 81.000€.
Si ese ahorro constante, todos los meses, lo invirtiesen con una rentabilidad del 5%, conseguiría la cantidad de 306.000€ para su jubilación.
En el caso de que el tipo de interés compuesto fuera del 9%, el ahorro a los 65 años alcanzaría la cifra de 1.039.000€.
El tipo de interés compuesto a largo plazo es realmente mágico porque permite multiplicar el dinero del inversor. Esta herramienta supone que los intereses conseguidos cada año se vuelvan a reinvertir, y se obtenga una curva exponencial de rentabilidad. En España, hace falta concienciar al joven inversor y éste debe ser consciente de la potencialidad de sus ahorros, exigiendo el máximo crecimiento a su dinero, desde su inicio.
Einstein denominó el interés compuesto como la octava maravilla del mundo, y estaba en lo cierto. Los beneficios del interés compuesto pueden no notarse en el corto plazo, pero, en un largo plazo a 20, 30 o 40 años, son literalmente asombrosos.